Principios de noviembre.
viernes, 25 de noviembre de 2016
viernes, 18 de noviembre de 2016
Manual de jardinería (para gente sin jardín), de Daniel Monedero
"¿Qué hace los lunes la gente sin sueños?"
Estos
relatos no se olvidan. Se quedan ahí. Pensantes. Dentro. Desnudos y llenos de
oquedades. Por eso he tardado tanto tiempo en escribir sobre ellos. Son diez
cuentos bajo un título que ya revela el contrapunto. Nos disponen a estar
atentos a la duda - y con ella comienza
un juego, poético, cargado de acentos cinematográficos.
Aquí lo imprescindible: Tres de los relatos de este libro son
magníficos. Y los otros siete son esenciales para entender esta composición. Porque, aunque cada historia sea independiente - y
algunas de ellas endiabladamente originales - hay algo que las une: La brevedad de lo cierto.
Cada
personaje comienza su aventura a punto de ser vencido, porque vencerse es tirar
las puertas abajo, dejar entrar el agua en los huecos. Esos huecos que llenan
un alto porcentaje de la vida, y que a veces son mortales - porque nos matan
con la rutina de querer ser otra cosa distinta a lo que somos - y a veces son
utopías de abrazos, y besos - que nos mantienen vivos gracias a una elipsis, o
a un fuera de campo.
Lo
que es ser - ser - dura tan poco. Por eso a algunos de los protagonistas les
invade el vértigo al ver el principio del final, y a otros una inmensa alegría
al correr hacia el final del principio.
Hay
un joven que reconstruye un verano en Seattle
- ciudad que nunca pisó - y convierte el relato en un precioso homenaje nostálgico
a los "90". Un tributo a las voces de los poetas irreverentes, que
ennoblecían la vida de una pandilla de soñadores, habitantes de una ciudad
pequeña.
Hay
un Huck Finn que hace balance de su vida sobre una mecedora, y termina acarreándola
a la espalda para volver al rio y dar encuentro a Tom.
Hay
un chico de Queens - con todo en su contra - que descubre en un libro que es
otra persona, y dedica su vida a ser quien cree ser.
Ser.
Hasta que el mundo te lo permita. Fracciones de segundo, la niñez, un
enamoramiento, la franqueza extravagante de una conversación de amantes, un
viaje, un verano.
No
ser. Y darse uno cuenta que la conexión se ha roto con lo que le rodea.
"Me he bautizado con el nombre de mi alma."
Este
libro no habla de reparar lo roto. Se queda ahí. En el hueco. No trata de
salvar a nadie. Habla sencillamente de la dureza de la verdad. Y es aquí donde
entra a jugar el arte. La poesía. Saber enfrentarse a esa verdad de cada uno. Incluso
cuando la verdad es un mundo sin jardín. Hacerlo con una creación silenciosa - una
búsqueda del ser que se construye, siembra, e incluso injerta dentro de sí la
propia lucha del ser. La belleza de las pequeñas y grandes batallas solitarias.
Está
escrito con esa transparencia del lenguaje que permite a los personajes pensar,
dándoles aire suficiente para actuar al mismo tiempo. A veces la historia está
decapitada de comas, entrecortada, como la respiración. Otras, nos da una
tregua, y nos invita a disfrutar de un poema. Sylvia Plath, Szymborska,
Rimbaud. O a viajar a Polonia. Me gustan las historias que te invaden hasta ese
punto; que te invitan a buscar el espacio fuera de campo; que le permiten al
lector extenderlas - hacerlas suyas - hasta la frontera que el lector decida.
"Las personas no se diferencian tanto por sus valores o por su sistema filosófico como por su forma de poner las comas"
Estaba
en el tren mientras leía el cuento que da título a este libro. Sentada junto a
la ventana ( no puede ser de otra forma ¿verdad? ). Y levantaba los ojos del
libro para ver pasar los campos, o para buscar alguna clave en internet que
ampliase aún más el viaje de ese chico de Queens. Y encontré algo sorprendente.
En un lugar de Polonia, en la Baja Silesia, existe una excepcionalidad
gravitatoria donde es posible caer hacia arriba. Allí el equilibrio está
ladeado en un punto de gravitación anómala. Elegir Polonia para un cuento - un
país que ha luchado por su libertad en más de 40 ocasiones - seguro que no es
casualidad.
Podría
seguir escribiendo a máquina todo lo que anoté en una libreta que casi se queda
sin páginas. Sobre personajes varados en el tiempo, o en algún sofá. Sobre la
elección de 'Ray' como nombre del protagonista, que, 'casualmente', se enfrenta
a los rayos catódicos de un televisor por donde se cuela el hielo. De por qué
me venían a la cabeza imágenes de Monster's
ball, de Gran Torino, o de Beautiful girls. O por qué razón apunté
en una esquina 'este libro grita ¡Que me ahogo hostias! ¿No lo ves? ¿No lo
sientes? ¿No me agarras?'.
Esas
vueltas de tuerca - tan anglosajonas - que consiguen alzar la miseria a fuerza
de músculo y poesía. Ese deseo de girar el destino, que tropieza con gigantes
cervantinos. Ese viaje de un color verde extraterrestre. La poesía como jardín,
ese otro mundo de posibilidades. La lectura como puerta, a otra lectura, a otra
vida.
"Qué cara te ha dibujado el destino
y qué cara le has puesto tú a él."
Manual de jardinería ( para gente sin jardín ). Editorial RELEE |
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Libros
La poesía de Szymborska
Directamente os dejo con un poema
suyo.
La mujer de Lot
Dicen que miró
hacia atrás por curiosidad.
Pero yo podría haber tenido otras razones aparte de la curiosidad.
Miré hacia atrás por pena de una fuente de plata.
Por distracción mientras me ataba el cordón de mi sandalia.
Para evitar seguir mirando el justo cuello
de Lot, mi esposo.
Por una repentina certidumbre de que si yo hubiera muerto
él ni siquiera habría atenuado su marcha.
Por la desobediencia de los humildes.
Alerta a la persecución.
Repentinamente serena, esperanzada de que Dios hubiera cambiado de parecer.
Nuestras dos hijas ya estaban casi en la cima de la colina.
Sentí la ancianidad dentro de mí. Lejanía.
La futilidad de nuestro vagar. Somnolencia.
Miré hacia atrás mientras dejaba mi atado en el suelo.
Miré hacia atrás por miedo de dónde poner a continuación mi pie.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratas de campo y buitres jóvenes.
Entonces no había justos ni malvados -simplemente todas las criaturas vivientes
reptaban y saltaban en medio de un pánico común.
Miré hacia atrás por soledad.
Por vergüenza de que estaba huyendo.
Por un deseo de gritar, de volver.
Justo cuando una súbita ráfaga de viento
me deshizo el peinado y me levantó mis vestidos.
Tuve la impresión de que lo estaban viendo todo desde las murallas de Sodoma
y estallaban en risas sonoras de vez en cuando.
Miré hacia atrás por rabia
para gozar de su gran ruina
miré hacia atrás por todas las razones que he mencionado.
Miré hacia atrás a pesar de mí misma.
Fue sólo una roca que se desprendió, resonando bajo los pies.
Una repentina grieta que cortó mi camino.
Al borde un hámster correteó parado en sus patas traseras.
Fue entonces que miramos los dos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
repté y gateé hacia arriba,
hasta que la oscuridad me aplastó desde el cielo,
y con ella, grava ardiente y pájaros muertos.
Por falta de aliento me balanceaba repetidamente.
Si alguien me hubiera visto podría haber pensado que estaba bailando.
No se descarta que mis ojos hayan estado abiertos.
Podría ser que siento mi cara vuelta hacia la ciudad.
Pero yo podría haber tenido otras razones aparte de la curiosidad.
Miré hacia atrás por pena de una fuente de plata.
Por distracción mientras me ataba el cordón de mi sandalia.
Para evitar seguir mirando el justo cuello
de Lot, mi esposo.
Por una repentina certidumbre de que si yo hubiera muerto
él ni siquiera habría atenuado su marcha.
Por la desobediencia de los humildes.
Alerta a la persecución.
Repentinamente serena, esperanzada de que Dios hubiera cambiado de parecer.
Nuestras dos hijas ya estaban casi en la cima de la colina.
Sentí la ancianidad dentro de mí. Lejanía.
La futilidad de nuestro vagar. Somnolencia.
Miré hacia atrás mientras dejaba mi atado en el suelo.
Miré hacia atrás por miedo de dónde poner a continuación mi pie.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratas de campo y buitres jóvenes.
Entonces no había justos ni malvados -simplemente todas las criaturas vivientes
reptaban y saltaban en medio de un pánico común.
Miré hacia atrás por soledad.
Por vergüenza de que estaba huyendo.
Por un deseo de gritar, de volver.
Justo cuando una súbita ráfaga de viento
me deshizo el peinado y me levantó mis vestidos.
Tuve la impresión de que lo estaban viendo todo desde las murallas de Sodoma
y estallaban en risas sonoras de vez en cuando.
Miré hacia atrás por rabia
para gozar de su gran ruina
miré hacia atrás por todas las razones que he mencionado.
Miré hacia atrás a pesar de mí misma.
Fue sólo una roca que se desprendió, resonando bajo los pies.
Una repentina grieta que cortó mi camino.
Al borde un hámster correteó parado en sus patas traseras.
Fue entonces que miramos los dos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
repté y gateé hacia arriba,
hasta que la oscuridad me aplastó desde el cielo,
y con ella, grava ardiente y pájaros muertos.
Por falta de aliento me balanceaba repetidamente.
Si alguien me hubiera visto podría haber pensado que estaba bailando.
No se descarta que mis ojos hayan estado abiertos.
Podría ser que siento mi cara vuelta hacia la ciudad.
Collage realizado por Wislawa Szymborska |
martes, 25 de octubre de 2016
El retrato de Irene, de Alena Collar
Viene al caso
que en la misma semana en la que leo esta novela voy también al teatro. Y como
el universo tiene esa manía de juntar las cosas por alguna razón, me encuentro
ante dos poderosos relatos sobre el silencio, la guerra, y los seres anónimos
atrapados en ambos: El retrato de Irene
de Alena Collar, e Incendios de Wajdi
Mouawad.
El tono es
distinto - casi opuesto - y ese contraste ha enriquecido la lectura. Ha sido
como comparar dos radiografías del silencio. Una externa con Incendios, donde los silencios se graban
y contagian. Y otra interna con El
retrato de Irene, donde los silencios se hablan, se escuchan, y encajan sus
piezas en un cuadro que deja de ser impreciso.
El retrato de Irene me sorprendió por su cambio de ritmo. Una historia que parece lírica e intimista en las primeras páginas, se impulsa de repente y con fuerza hacia la acción. Conecta tramas del pasado y el presente, a saltos entre Chile y España. Nos transporta a un ayer reciente - y a la vez lejano - a través de unos personajes que parecen reales gracias al dominio de los diálogos de Alena Collar, y a su capacidad para enlazarlos con las voces internas de sus dos protagonistas, Álvaro e Irene.
"Nunca
tenemos el retrato completo de alguien."
El retrato de Irene me sorprendió por su cambio de ritmo. Una historia que parece lírica e intimista en las primeras páginas, se impulsa de repente y con fuerza hacia la acción. Conecta tramas del pasado y el presente, a saltos entre Chile y España. Nos transporta a un ayer reciente - y a la vez lejano - a través de unos personajes que parecen reales gracias al dominio de los diálogos de Alena Collar, y a su capacidad para enlazarlos con las voces internas de sus dos protagonistas, Álvaro e Irene.
Lo primero que
sentí al leer esta novela fue esa confidencialidad de las conversaciones en las
cocinas. ¿Qué tendrán las cocinas? No. En este caso es una casa entera a punto
de venderse. Álvaro descubre allí los diarios de su abuela; un relato que rompe
el silencio. Comienza despacio en un jardín y de pronto se convierte en un viaje
lleno de pequeños misterios en el que va encontrando piezas de una historia; la
que Irene ha ido guardando para no lastrar la infancia. La que le hace dar un
giro a su vida.
Bajo su
apariencia de historia familiar, esta novela trata sobre la temible intolerancia
de los pueblos cuando convierten en dogmas las ideas; sobre los seres anónimos
de las guerras que terminan encerrados en el exilio del silencio; y "sobre
esa cosa íntima que es la libertad de pensar".
"Gente
normal.
Gente que tiene sus ideas sobre las cosas,
pero que no iría al frente
ni mataría a otros por ellas
ni
traicionaría a sus amigos por su forma de pensar."
Explora el
silencio como instrumento de libertad, como refugio, y como escudo.
"Pero
yo no quería guardar silencio."
Me gusta
especialmente el personaje de Edurne. Su fortaleza interna, su valor de la
amistad en la distancia, su respeto al silencio de Irene, y esa rebeldía contra
los secretos de la guerra.
"A
mí el silencio me parece que complica todo."
Pero entiendo a
Irene. Porque no todos los silencios son iguales. A unos se llega por voluntad
propia y son como jardines privados. Pero hay otros que nos vienen impuestos,
como heridas de guerra. Esas heridas anónimas. Silencios que duelen con esa
violencia interna que no tolera los gritos.
"Los
copos de nieve son las palabras que tiene el silencio cuando algo es inexpresable."
"No
siempre podemos irnos."
Hay un hilo
argumental muy sutil dentro de este entramado familiar: la historia de un
matrimonio. Collar va creando la imagen del abuelo a través de elipsis y
miradas fuera de campo, y lo convierte en un personaje muy completo, y describe
muy bien cómo el vínculo de la pareja va cambiando a lo largo de la historia.
Cómo se van rompiendo las distancias, y el otro termina siendo el refugio, el
jardín.
"Ese
tono menor en las relaciones. Bajar el diapasón."
"Y
otra vez eligieron por mí."
"Si
perdura es amor."
El personaje de
Irene - introspectivo - tiene una conexión especial con lo inmaterial. Esa sensibilidad
- esa inteligencia emocional que dirían ahora - le hace ser, a la vez, fuerte y frágil.
"La
Belleza no conoce de tránsitos."
"Las
estrellas son indiferentes a la muerte.
Podemos
contemplar el esplendor de su belleza mientras caen las balas
alrededor..."
"La
Belleza siempre nos espera."
El libro está editado por Baile del Sol
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Libros
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Libros
lunes, 24 de octubre de 2016
Incendios de Wadji Mouawad, dirigida por Mario Gas
"Aprende
a leer.
Aprende
a escribir.
Aprende
a pensar."
Con esas
palabras, Nuria Espert - en la piel de la abuela de la protagonista - impele a
Nawal a escapar del anonimato y a luchar contra la ira para frenar ese monstruo
que genera violencia y se transmite de generación en generación. La línea
sucesoria de la ira.
Pero la guerra
atrapa a Nawal, y lo que ve y sufre - lo que descubre - le hace guardar
silencio. Ese aprendizaje del pensamiento a través de las palabras le ayuda a
buscar respuestas a lo irracional, pero a través del silencio. La música es una
descarga para aliviar el alma - un purificador-, y el silencio es el
aprendizaje de las palabras - un razonar interno de lo acontecido. Y Nawal decide
adoptar ese silencio varios años. Porque la verdad no se pronuncia, se
descubre.
El montaje de la
obra comienza con un notario, dos cartas en testamento, y dos hijos de Narwal
que no comprenden ni el silencio previo de su madre ni lo que les dice ahora
que está muerta.
El dolor - la comprensión del dolor - ofrece más
respuestas que la ira. Nawal lo sabe. Sabe que las palabras no sirven sin
búsqueda. Las palabras no se entienden si sólo se repiten como números. Uno más
uno son dos. No siempre. Incluso las matemáticas hay que vivirlas en primera
persona para comprenderlas. Vivimos rápido y nos cuesta pararnos a pensar, y
ese vivir sin pensar está un poco vacío, y ese vacío de la carrera lo
preferimos a enfrentarnos al miedo a descubrir quienes somos, no vaya a ser que
seamos lo que odiamos del otro. Afrontar el dolor - no con ira, sino como un viaje -
nos enseña a descubrir quiénes somos.
"Y
prométeme que escribirás mi nombre en mi tumba."
Incendios
de Mouawad es una declaración contra el anonimato, el de los prisioneros del
otro silencio, el silencio de los que no tienen instrumentos para expresar la
profundidad de su propio pensamiento, los que no tienen la posibilidad ni de
escribir su nombre, ni de afirmarse en la tierra como seres humanos, como
individuos únicos. Y únicos no significa estar encerrado en el ego de la
incomprensión hacia las diferencias con el otro, único significa que esa
diferencia debe unirse a las otras en una pluralidad de singularidades con
capacidad de pensar. Eso tan difícil de conseguir cuando el odio nos bloquea la
mente.
Laia Marull,
Ramón Barea, Lucía Barrado, Carlota Olcina, Alberto Iglesias, Alex García y Edu
Soto, todo el elenco de actores, me cautivaron con sus interpretaciones en esa
sala tan solemne del Teatro La Abadía un día lluvioso de octubre en una noche
de Incendios.
--
Perdonad que me
haya puesto tan profunda. Es que no he dormido bien. Después de un paseo por el
parque con estas ideas en la cabeza he pensado que falta una frase. Sí. Primero
porque el dolor llega a veces a los niños, seres a los que no les ha dado
tiempo a aprender y comprender. Segundo porque, aunque todos pongamos de
nuestra parte y los humanos consiguiésemos ser todos buenos y todo lo demás, la
naturaleza siempre puede venir a destrozarnos la vida. Así que imagino que yo
debo añadir a mi vida la frase 'Aprender
a vivir'. Tanta profundidad, tanta comprensión, tanto dolor, pierde sentido
si no se sabe vivir.
martes, 18 de octubre de 2016
Esa cosa llamada literatura
Ocurre que algunas
sociedades se hacen dueñas de un término, y durante un espacio de tiempo crean
un concepto cerrado y fronterizo.
Nadie escribe literatura.
Sería algo pretencioso. Se escriben poemas, se narran historias, se vuelcan
palabras lunáticas o llenas de razón, frías o llenas de sentimiento, feas o
bellas. Puede uno seguir una estructura o la inversa, o inventarse una. Y al
final sólo el paso de muchos años dirá si un diario perdido en un cajón, las
canciones de un vagabundo, la historia más previsible, o la novela más
críptica, serán consideradas literatura por otro grupo social que habrá hecho
su particular selección.
Sólo algunas obras serán
leídas una y otra vez a lo largo de los siglos. Sólo algunas serán universales.
Esa universalidad ¿se la dará el lector? Puede que - presionado por la fuerza
colectiva - lleguen solamente algunos textos al futuro. ¿Qué más da? Puede que el término
literatura se pierda y sólo sobreviva la industria. En cualquier caso, el que
escribe no debería estar encadenado a las predicciones, ni a la suerte.
Algo de disfrute tiene todo esto. Pero en cada momento, unos gustos se imponen a otros por la fuerza de
la repetición. Y el que goza con algo distinto quizá lo mantenga en secreto, o
se ponga a discutir. Y de nuevo ¿qué más da?
martes, 11 de octubre de 2016
Viajar al espacio donde habita la música
Pensar en él es cerrar los ojos
las manos en los oídos.
Viajar
al espacio minúsculo
donde habita la música.
Fotografía de Gury López * Su galería de fotos |
lunes, 10 de octubre de 2016
Laredo tiene colores de Vermeer en otoño
Hice esta foto durante la Feria Medieval de Laredo porque me recordó a Vermeer. La luz, los colores, la inocencia.
A MONSTER CALLS. Jim Kay, Bayona, y Patrick Ness
Es curioso que a cada uno de nosotros
nos lleguen de forma diferente las voces de los otros. Un libro, una película,
un dibujo. El autor ha metido ahí tanto de sí mismo, quizá incluso ha borrado
tanto y esos espacios borrados son como túneles, a veces mucho más profundos
que las palabras.
Ésta es una historia sobre el miedo
que tenemos - a ser nosotros mismos, sobre el monstruo que a veces creemos que
somos, sobre la vida - que no es justa, sobre el entramado de la culpa, de la
muerte, y sobre esa única verdad - indivisible, intransferible, inenarrable. Esa
verdad a la que llegamos con la ayuda de los cuentos, los buenos cuentos, esos
seres animados que buscamos y llamamos para refrendar nuestras mentiras y nos
devuelven un golpe, y otro y otro. Porque los cuentos no dicen la verdad, lo
que hacen es romper el hielo del engaño en el que vivimos atrapados.
Y éste es un cuento de cuentos. La traducción
correcta sería 'Un monstruo llama', pero el título - tanto del libro como de la película - ha sido
traducido como ' Un monstruo viene a verme'. Y es que el monstruo - nosotros -
llamamos, pedimos ayuda a gritos, gritos de silencio, túneles de gritos. Porque
todos nosotros somos "too old to be
a kid, too young to be a man".
"Stories are the wildest things of all. Stories chase and bite and hunt.
"
A monster calls - by Jim Kay |
Fotograma de Un monstruo viene a verme, de Bayona. |
Lucía Alcina
#monsters #amonstercalls #bayona #jimkay #patrickness #tales #wildtales
viernes, 30 de septiembre de 2016
La acústica de los iglús, de Almudena Sánchez
"Tu misión es: flotar"
"Y tu principal objetivo: capturar elementos volantes."
Hubo una vez un editor con olfato que se atrevió a devolver
lo bello a las estanterías y descubrió a Almudena Sánchez. Este es sólo el
primero de los libros de alguien que nació para escribir. Su lenguaje y sus metáforas - cargadas de pólvora joven -
dinamitan la nostalgia del escritor europeo y ensanchan el aire de los cuentos. Lo absurdo del mundo se vuelve lírico en sus manos.
Los verbos respiran otra atmósfera donde no existe lo
imposible. Lo primero que llamó mi atención al empezar a leer fue el
equilibrio. El ingenio de las palabras. El desafío de hacerlas rodar por un
finísimo cable que a veces las hace reír y a veces las llena de vértigo, pero
siempre las invita a recoger la basura universal suspendida en el cielo - o en
el agua. Esos objetos que colonizan lo humano por tierra, fuego y agua.
Cuando presenta a un personaje, levanta el ridículo disfraz
de la suerte y lo deja en cueros, en las palabras superfluas de un currículum. La
acústica de los iglús avanza en descripciones hasta los límites de la mecánica
del verbo , hasta acabar con todos los adjetivos improbables. Y lo hace en un
vaivén sonoro de párrafos con música.
"En el fondo no le tengo miedo a
esto; a la perpetuidad de lo invisible."
"Y yo maldigo que la soledad sea
el éxito, que esas dos palabras estén cada día más juntas y que un día dentro
de cien años sean sinónimos."
Conoce cada esdrújula y les aprieta el talle con frases de
sastre. Nuevas y a medida de lo ilógico y lo onírico.
"Yo quería ser como él. Nadar
eternamente como él."
"Sentir el estallido de los bosques, de los desiertos y volver a asomar la cabeza, minutos más tarde, para contemplar un eclipse prehistórico de sol..."
"Sentir el estallido de los bosques, de los desiertos y volver a asomar la cabeza, minutos más tarde, para contemplar un eclipse prehistórico de sol..."
Me gusta especialmente el trabajo de los espacios en el
relato El nadador del Hotel Minerva.
Me recuerda a Las Olas de Woolf, pero
distinto. La lírica submarina de la locura bajo el agua. La búsqueda de una
densidad acuífera que quiere ir más allá de una habitación privada, que quiere
romper las esquinas y llenarlas de un escondite infinito. Y en esa aventura
advierte que las piscinas no son más que pozos sin salida, que el mar es un
vertedero, y que lo único que nos queda es el aire.
"Y respiré, además, las brisas
plateadas del Polo Norte."
" Y un día me despierto y
respiro un ciego nadando y no sé ya qué hacer, pues no contaba con respirar
cosas así."
La acústica de los iglús - Fotografía de Lucía Alcina |
La acústica de los iglús, editada por
Caballo de Troya, se presentó el pasado 23 de septiembre en la librería
Cervantes y Compañía, en el barrio de Malasaña.
#laacusticadelosiglus #caballodetroya #cuentosdealmudenasanchez
jueves, 29 de septiembre de 2016
Los relatos de Eduardo Galeano
Septiembre es el mes más extraño. En él siempre creo que mi vida está a punto de cambiar. Es sólo una impresión, pero una impresión muy intensa. Luego la vida transcurre como siempre. Imagino que lo hace por la fuerza, o por la inercia de las utopías del verano.
Cuando uno no sabe qué leer, no es mala idea buscar en los escritos de Galeano. Te pone en tu sitio. En la pequeñez y en la grandiosidad de las pequeñas cosas. Escribe sobre todo lo que tiene valor pero no tiene precio.
Hoy me he topado en la biblioteca con una selección de sus relatos recogida en la editorial H Klickzkowski bajo el título El viaje. Son relatos brevísimos, pero Galeano es un autor que expresa mucho con pocas palabras. Para él, la función del arte es mirar la hermosura que nos deja callados. Os dejo directamente con las frases y los cuentos de mi lectura de esta tarde.
"Estamos aquí desde que la belleza del universo necesitó que alguien la viera"
"Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."
"La ciencia dice: El cuerpo es una máquina."
"El cuerpo dice: Yo soy una fiesta."
Los amantes
"Ellos son dos por error que la noche corrige"
La noche
"Arránqueme, señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desdúdeme."
Los emigrantes
"Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua".
Hurtos y rapiñas
"Las palabras pierden su sentido, mientras pierden su color la mar verde y el cielo azul,
que habían sido pintados por gentileza de las algas que echaron oxígeno durante tres mil millones de años.
Y la noche pierde sus estrellas. Ya hay carteles de protesta clavados en las grandes ciudades del mundo:
No nos dejan ver las estrellas.
Firmado: La gente
Y en el firmamento han aparecido ya muchos carteles que claman:
No nos dejan ver a la gente.
Firmado: Las estrellas.
domingo, 4 de septiembre de 2016
Generación E-Book. "La poesía cambia espectacularmente con el momento en que se escribe"
"No se escribe con las canas,
sino con el entendimiento,
el cual suele mejorarse con los
años"
Miguel de Cervantes.
Prólogo de la Segunda Parte de Don Quijote
A comienzos de verano, poetas y narradores de Palma de
Mallorca se reunieron para celebrar el I Encuentro
Intergeneracional de Escritores organizado por la Librería
Agapea.
Una vez terminó la jornada, me acerqué a hablar con
el poeta Toni Grimaldi, el más joven del grupo. La
conversación giró a entrevista. Me interesaba saber qué
pensaba un escritor de la generación del e-book sobre
el futuro de los libros.
¿Crees que tu generación dejará de comprar el formato en papel?
Los
libros han sido, son y serán papel. Por supuesto con las nuevas tecnologías se
ha abierto una ventana enorme a la literatura que en ciertos aspectos puede
parecer más atractiva que la tinta. Son millares los que eligen los píxeles
sobre el papel, y es normal cuestionarse la viabilidad futura del segundo.
Para
mí y mi más cercana generación de lectores y escritores la respuesta es clara, la
compatibilidad supera con creces la competitividad. El libro digital no ofrece
ni ofrecerá el valor sentimental que ofrece un libro viejo en una estantería a
rebosar.
No
se puede entender el sentimiento que produce acariciar la cubierta del libro
que te transportó a otro mundo y a la vuelta a la realidad te trajo cambiado
para siempre cuando en vez de papel hablamos de bytes en un ordenador.
Por
otro lado, no deja de ser cierto que cada vez es más raro arriesgarse por un
libro desconocido en papel. El sentido común lleva a probar primero con una
versión digital, muchísimo más barata, y ya tras la lectura decidirse por
confiar en obras próximas del escritor para gastarse ese extra en la versión
impresa, o en caso de verdaderamente haberse enamorado de ese libro, buscarlo
en la librería más cercana para poder verlo en la estantería, no sería la
primera ni la última vez.
Creo
que es importante digitalizar la literatura, para así acercarla a un público
menos dispuesto a gastarse 20 eurazos en un libro, pero posiblemente sí más
abierto a dejarse 5 en una copia digital. Ayer, hoy y siempre la literatura
enamorará a nuevos y viejos lectores con su belleza, y una vez prendados de su
hechizo nada se compara al olor de la tinta sobre el papel.
¿Cómo ha sido la experiencia de diálogo entre distintas
generaciones? ¿Existe en tu poesía un diálogo con escritores de épocas
anteriores?
Creo que hace falta hablar entre escritores siempre,
intergeneracionales o no. Se puede aprender muchísimo de los otros, hagas algo
parecido a él o no. Lo que se ve mucho ahora en la poesía “moderna” es rotura
con lo clásico y anterior, que se nutre de lectores jóvenes que vienen
desencantados de una educación que llama muchas veces a convertir lo clásico en
aburrido.
Me parece bien innovar y no ceñirse a lo establecido, pero no
soy proclive a romper con lo anterior. Del diálogo con generaciones de
escritores mucho más mayores que yo me doy cuenta que la poesía cambia
espectacularmente con el momento en que se escribe, ven mi poesía con
mucha más experiencia que yo. A veces me surge “jugar” con esto y escribir
desde perspectivas distintas a la mía para alejarme de lo determinante de mi
edad, aunque por lo general me siento más cómodo dejándome llevar a lo que me
apetezca escribir.
¿Qué te impulsa a narrar,? ¿Por qué la
poesía?
El primer ingrediente necesario para narrar es amar la
literatura, y preferiblemente respetarla. En segundo lugar, hace falta algo que
contar. Para mi la literatura ha sido una herramienta central en mi vida para
aprender y disfrutar a la vez. Y debido a los tumbos que he dado en mis 20
años, he vivido experiencias distintas a la gente que conozco. Quizás por eso,
por verme alejado de la “norma” y a veces solo en general, encontré en la
escritura una forma de encontrarme a mi mismo.
El escribir poesía viene dado en
este caso por la forma de escribir, que para mi siempre ha sido espontánea,
inesperada y a veces hasta violenta por la necesidad en ese momento de plasmar.
No es algo a lo que me siente a esperar, ni que pueda intentar traer de la
nada. Por eso que prefiera composiciones cortas, llenas de ritmo y significado.
Expresar y
crear a veces se confunden ¿Piensas que es una necesidad vital del Ser Humano?
Sí creo que es algo necesario para cualquiera, aunque la
expresión no tiene por qué quedar siempre plasmada. Hay quien, por su forma de
ser, no necesita el trabajo de introspección y pausa que lleva a escribir,
pintar o componer. Creo que lo que lleva al Ser Humano a expresarse es
convertir en algo tangible (palabras, imágenes, música) algo tan abstracto como
es la individualidad con la que captamos el mundo. Personalmente, para mí
escribir es indispensable pues me da tiempo y perspectiva para poder progresar
en mi vida sin ir a ciegas, o un poco menos.
Como estudiante de Neurociencia y Psicología ¿Qué beneficios tiene
expresar lo que sentimos?
A nivel neuronal creo que es muy complicado de entender, y
hay un gran trabajo de investigación que hacer antes de que se pueda precisar
hasta qué punto hay mecanismos en el cerebro que puedan asociar la capacidad de
expresión con un beneficio directo al individuo.
En cualquier caso, como estudiante de psicología, entiendo la capacidad de comunicar sentimientos como una gran
válvula de escape a los procesos de retroalimentación negativos que llevan a
trastornos depresivos o de ansiedad. En mi caso concreto, escribir me da la distancia para entenderme a mí mismo a través del papel. Cuando puedo plasmar
lo que me inunda en algo externo y luego analizarlo es más fácil trabajar con
ello.
Fotografía: Toni Grimaldi en la Feria del Libro de Sevilla 2015
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