Artículo: Lucía Alcina
Los príncipes del cine se
reunirán en breve para festejar un año más los Oscars. ¿Quién se llevará la
estatuilla a la mejor película? Podría ser Alexander Payne por Nebraska. El autor de Entre Copas, y Los Descendientes, nos arrastra siempre a viajar acompañados de
nuestros seres queridos para sacarnos de nuestro letargo y mirar de frente la
vida. En blanco y negro, Payne nos devuelve al héroe tranquilo de John Ford. Un
hombre destruido, superviviente de la vileza y el descrédito, retorna al pueblo
perdido del Medio Oeste de su infancia, acompañado por su hijo. El pueblo se
despierta con la llegada del forastero y las viejas rencillas despiertan la fiebre
del oro. La vida de los dos está en juego. Y los antiguos valores renacen para
devolverles la dignidad arrebatada.
Alfonso Cuarón podría ser
premiado por Gravity. El realizador
de Hijos de los hombres acomete un
proyecto audaz al recrear la vida en el espacio, y mostrarnos una gran
perspectiva de la vida con un planeta tierra en un horizonte lejano e
inaccesible. Nos hace sentir vértigo, devolviéndonos la gravedad, el peso, y la
importancia, de poder ponernos de pie, de nuevo, sobre el barro. Dos únicos
personajes nos harán reír y llorar, inmersos en esta obra de ingeniería, que
nos sitúa en la ingrávida estratosfera con sorprendente realismo.
Her es tan subjetiva como las anteriores películas de Spike Jonze.
Como en Adaptation, o Where the Wild things are, nos deja con
nuestros propios miedos para que los afrontemos como bien podamos. Sus
personajes suelen refugiarse dentro de sus propias fantasías porque es el único
lugar dónde encuentran respuestas. Este romance cibernético ha calado entre los
jóvenes amantes de las tecnologías. ¿Es por su expresión de la soledad? ¿O por el
amor a las sombras en nuestra confortable cueva donde no tenemos que
enfrentarnos a los seres reales? ¿Tienen nuestros duendes fecha de caducidad? ¿O
ha evolucionado la Inteligencia Artificial independizándose del ser humano ,
abandonándolo, en busca de un cosmos superior? ¿Ambicionan los IAS poseer la
pasión y los cuerpos humanos como en El hombre bicentenario?¿O es nuestra
especie la que renace al salir de las cavernas tecnológicas?
Paul Greengras es un estupendo
artesano que sabe encontrar esos personajes de a pie, capaces de convertirse en
héroes cuando el peligro les acecha. Lo hizo con Jason Bourne y lo consigue de nuevo con
Capitán Philips. Lo que podría haber sido una de aventuras en un bote, o un
drama sobre el terrorismo en el mar, se convierte en una narración interior de
las estrategias de un hombre para sobrevivir.
Hay algo que a mí no me cuadra en
American Hustle. En su desaforado intento
por mostrar la mediocridad, la química de la empatía parece diluirse. Los
actores están geniales, y aún así no encuentro la clave que esconde David O.
Russel. Siempre arriesga con protagonistas difíciles, y por eso le aplaudo. Me
quedo con los The silver lining playbook.
Scorsesse tiene muchas
posibilidades con El lobo de Wall Street.
Una película de la que muchos se han alejado por su hastío hacia las
explicaciones sobre los orígenes de la crisis económica. La protagoniza un
icono de un mal, que aún hiere nuestro mundo como una plaga moderna. Y la
realiza el mejor Scorsesse, recordándonos su devastadora visión del hombre que
no es capaz de desbandarse de las fuerzas y los códigos de una sociedad
violenta, como ya hiciera en Uno de los
nuestros, Gangsters of New York,
o Casino.
No he visto la de Steve McQueen. Doce años de esclavitud son muchos
años. Con la escena de 'New York, New York' en Shame ya me hizo papilla. Estoy deseando ir esta tarde a ver Philomena (A Judi Dench no me la pierdo). Dallas Dollar Club todavía no se ha estrenado, tendremos que verla después de los premios.
Millones de personas se levantan
cada mañana queriendo hacer una película. Quizás porque es una forma de
expresión que abarca muchas otras, y porque la mayoría de nosotros queremos
decir algo. Y en la complejidad de una obra cinematográfica ese algo te
envuelve, los signos de uno y otro arte, de uno y otro individuo, se mezclan
tanto entre sí que componen un universo nuevo en el que aparecen las vetas
humanas de nuestra especie en un concierto armónico de acuerdos.
Millones de personas se acuestan
cada noche soñando con recibir un Oscar. Los premios tienen algo de
crepuscular. Buenas noches amigos.