lunes, 24 de octubre de 2016

Incendios de Wadji Mouawad, dirigida por Mario Gas

"Aprende a leer.

Aprende a escribir.

Aprende a pensar."

Con esas palabras, Nuria Espert - en la piel de la abuela de la protagonista - impele a Nawal a escapar del anonimato y a luchar contra la ira para frenar ese monstruo que genera violencia y se transmite de generación en generación. La línea sucesoria de la ira.

Pero la guerra atrapa a Nawal, y lo que ve y sufre - lo que descubre - le hace guardar silencio. Ese aprendizaje del pensamiento a través de las palabras le ayuda a buscar respuestas a lo irracional, pero a través del silencio. La música es una descarga para aliviar el alma - un purificador-, y el silencio es el aprendizaje de las palabras - un razonar interno de lo acontecido. Y Nawal decide adoptar ese silencio varios años. Porque la verdad no se pronuncia, se descubre.

El montaje de la obra comienza con un notario, dos cartas en testamento, y dos hijos de Narwal que no comprenden ni el silencio previo de su madre ni lo que les dice ahora que está muerta.

El dolor - la comprensión del dolor - ofrece más respuestas que la ira. Nawal lo sabe. Sabe que las palabras no sirven sin búsqueda. Las palabras no se entienden si sólo se repiten como números. Uno más uno son dos. No siempre. Incluso las matemáticas hay que vivirlas en primera persona para comprenderlas. Vivimos rápido y nos cuesta pararnos a pensar, y ese vivir sin pensar está un poco vacío, y ese vacío de la carrera lo preferimos a enfrentarnos al miedo a descubrir quienes somos, no vaya a ser que seamos lo que odiamos del otro. Afrontar el dolor - no con ira, sino como un viaje - nos enseña a descubrir quiénes somos.

"Y prométeme que escribirás mi nombre en mi tumba."

Incendios de Mouawad es una declaración contra el anonimato, el de los prisioneros del otro silencio, el silencio de los que no tienen instrumentos para expresar la profundidad de su propio pensamiento, los que no tienen la posibilidad ni de escribir su nombre, ni de afirmarse en la tierra como seres humanos, como individuos únicos. Y únicos no significa estar encerrado en el ego de la incomprensión hacia las diferencias con el otro, único significa que esa diferencia debe unirse a las otras en una pluralidad de singularidades con capacidad de pensar. Eso tan difícil de conseguir cuando el odio nos bloquea la mente.

Laia Marull, Ramón Barea, Lucía Barrado, Carlota Olcina, Alberto Iglesias, Alex García y Edu Soto, todo el elenco de actores, me cautivaron con sus interpretaciones en esa sala tan solemne del Teatro La Abadía un día lluvioso de octubre en una noche de Incendios.

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Perdonad que me haya puesto tan profunda. Es que no he dormido bien. Después de un paseo por el parque con estas ideas en la cabeza he pensado que falta una frase. Sí. Primero porque el dolor llega a veces a los niños, seres a los que no les ha dado tiempo a aprender y comprender. Segundo porque, aunque todos pongamos de nuestra parte y los humanos consiguiésemos ser todos buenos y todo lo demás, la naturaleza siempre puede venir a destrozarnos la vida. Así que imagino que yo debo añadir a mi vida la frase 'Aprender a vivir'. Tanta profundidad, tanta comprensión, tanto dolor, pierde sentido si no se sabe vivir.

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