"¡Adiós Chateaubriand!
¡Adiós Goethe, adiós Aristóteles, Rilke Y Stevenson!
¡Adiós Marx, Laforgue y Saint-Simón!
¡Adiós Milton, Voltaire, Rousseau, Góngora y Cervantes!
Apreciados amigos, se os venera, pero que la admiración
no se mezcle con la necesidad: sois contingentes."
Este
libro me impactó. ¿Es un libro de viajes? Sin duda; de uno muy particular. El protagonista se te pega a la piel, y la piel es como
el pergamino de los mapas. Y mapas sólo hay dos; el tuyo, y el del
"otro".
Ahora
imaginad que lográis escapar de todo - de
todas las guerras; que llegáis a una isla donde nadie os conoce. Lo
desconcertante aguarda allí, en esa evasión. ¿Eres capaz de enfrenarte a ti
mismo?
La
maldad hace que comience a rodar esta historia de
un niño irlandés de infancia huérfana y juventud en guerra, que intenta huir
del mundo en barco. La aventura que vive en esa isla de monstruos a la que
llega, estará marcada por la violencia y determinada por todo
lo aprendido. Pero siempre olvidamos algo de lo aprendido. El aprendizaje del protagonista, violento y lleno de carencias, se interrumpe brevemente con la franca e ingeniosa
instrucción de su tutor:
"Entre
los ejercicios que me imponía había algunos curiosos y otros muy curiosos. En
las redacciones de temas políticos eran frecuentes títulos como "Bases de
la estupidez humana que justifican el poder político de los césares, de los
zares, de los káiser, y del parlamentarismo británico".
La
contingencia
es el término mejor explorado en esta novela. Y es que tiene una importancia
que pasamos por alto. Porque ¿qué es la filosofía, la física, cualquier ciencia
- cualquier pensamiento - si dejamos a un lado lo contingente: aquello que
puede suceder, o no?
Así,
si observamos un rectángulo de hierba en el campo, con los insectos y el viento
allí enmarcados: "El único elemento contingente del rectángulo es el
rectángulo."
"Nuestra
patria no era una geografía, era una idea de futuro."
Y
como, a veces, ignoramos lo importante hasta que se ha esfumado - y aunque nos
moleste aceptarlo, la esencia de lo imprescindible está recogida en alguna
ocasión en algo táctil - confundiremos lo contingente con el embalaje. Y
dejaremos que se pierda todo el contenido.
En
esta novela la violencia se disfraza con dos de sus mejores máscaras:
la pasión y el miedo.
"¿Cómo
era posible, me preguntaba a mí mismo,
que después de décadas, de siglos de
guerra...,
aprovecháramos el primer soplo de libertad
para matarnos los unos a
los otros?"
"Ya
no sufría cansancio, el cansancio me sufría a mí"
--
"BATIS
CAFFÓ ES BATÍS CAFFÓ
Y BATTÍS CAFFÓ ES BATTÍS CAFFÓ"
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Este
libro me lo recomendó Lola Martín-Arroyo en la Librería La Clandestina.
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