Dibujo de Lucía Alcina
A los amantes de la intimidad, esa
propuesta intimidatoria del mundo les asusta. Porque les pide, sencilla, y drásticamente, cambiar la forma
de entenderse y de entenderle. Al mundo. Todo pasa a ser leve y transitorio. Como
una estación ventilada en la que se airean los pensamientos y los besos. Un
salón sin rincones donde las ideas son burbujas que se elevan gracias a su
extraordinaria intrascendencia. Causa vértigo. Porque de repente, los sujetos,
tendrían que tornarse en efímeras o libélulas, seres pequeños y luminosos cuya existencia
es brevísima en el tiempo.
Tal grado de tolerancia a la fugacidad no es humano. Nuestro
interior nunca deja de anhelar nuestra propia presencia. Por eso, ése ente
brillante y perecedero necesitará romper a nacer en ave fénix múltiples veces
al día, en una cadena de inhalaciones y destellos que alcanzaría a vivir en
cien millares de frágiles alientos. Esa
nueva dimensión del tiempo es una extensión intermitente de nuestro ser, y es atractiva si sabe coexistir con nuestra dimensión real, esa en el que tenemos un cuerpo que pesa, camina, toca y saborea.
A veces, nuestra inquietud por ser parte del grupo olvida la riqueza que poseemos como individuos, y la lealtad que nos debemos a nosotros mismos. Porque si somos capaces de prestarnos atención, nos daremos cuenta de que somos, cada uno de nosotros, un imperio por conquistar, en el que existimos siempre, aunque nadie más nos piense. Siendo nuestra naturaleza constante y, por eso, capaz, de concentrarse, crear, y componer. Hay pocas cosas tan personales como la elección de las pautas que queremos imprimir a nuestro tiempo.
A veces, nuestra inquietud por ser parte del grupo olvida la riqueza que poseemos como individuos, y la lealtad que nos debemos a nosotros mismos. Porque si somos capaces de prestarnos atención, nos daremos cuenta de que somos, cada uno de nosotros, un imperio por conquistar, en el que existimos siempre, aunque nadie más nos piense. Siendo nuestra naturaleza constante y, por eso, capaz, de concentrarse, crear, y componer. Hay pocas cosas tan personales como la elección de las pautas que queremos imprimir a nuestro tiempo.
Como dirían Olaf Stapledon y Giordano Bruno, el cosmos es una infinita pluralidad de mundos, cada uno de los cuales puede asimilarse a un organismo vivo.
Lucía Alcina
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