viernes, 25 de noviembre de 2016

Campos de Labastida a Laguardia

Principios de noviembre.

 




 

 


 
 
 

viernes, 18 de noviembre de 2016

Manual de jardinería (para gente sin jardín), de Daniel Monedero

"¿Qué hace los lunes la gente sin sueños?"
Estos relatos no se olvidan. Se quedan ahí. Pensantes. Dentro. Desnudos y llenos de oquedades. Por eso he tardado tanto tiempo en escribir sobre ellos. Son diez cuentos bajo un título que ya revela el contrapunto. Nos disponen a estar atentos a la duda - y con ella comienza un juego, poético, cargado de acentos cinematográficos.
Aquí lo imprescindible: Tres de los relatos de este libro son magníficos. Y los otros siete son esenciales para entender esta composición. Porque, aunque cada historia sea independiente - y algunas de ellas endiabladamente originales - hay algo que las une: La brevedad de lo cierto.
Cada personaje comienza su aventura a punto de ser vencido, porque vencerse es tirar las puertas abajo, dejar entrar el agua en los huecos. Esos huecos que llenan un alto porcentaje de la vida, y que a veces son mortales - porque nos matan con la rutina de querer ser otra cosa distinta a lo que somos - y a veces son utopías de abrazos, y besos - que nos mantienen vivos gracias a una elipsis, o a un fuera de campo.
Lo que es ser - ser - dura tan poco. Por eso a algunos de los protagonistas les invade el vértigo al ver el principio del final, y a otros una inmensa alegría al correr hacia el final del principio.
Hay un joven que reconstruye un verano en Seattle - ciudad que nunca pisó - y convierte el relato en un precioso homenaje nostálgico a los "90". Un tributo a las voces de los poetas irreverentes, que ennoblecían la vida de una pandilla de soñadores, habitantes de una ciudad pequeña.
Hay un Huck Finn que hace balance de su vida sobre una mecedora, y termina acarreándola a la espalda para volver al rio y dar encuentro a Tom.
Hay un chico de Queens - con todo en su contra - que descubre en un libro que es otra persona, y dedica su vida a ser quien cree ser.
Ser. Hasta que el mundo te lo permita. Fracciones de segundo, la niñez, un enamoramiento, la franqueza extravagante de una conversación de amantes, un viaje, un verano.
No ser. Y darse uno cuenta que la conexión se ha roto con lo que le rodea.

"Me he bautizado con el nombre de mi alma."
Este libro no habla de reparar lo roto. Se queda ahí. En el hueco. No trata de salvar a nadie. Habla sencillamente de la dureza de la verdad. Y es aquí donde entra a jugar el arte. La poesía. Saber enfrentarse a esa verdad de cada uno. Incluso cuando la verdad es un mundo sin jardín. Hacerlo con una creación silenciosa - una búsqueda del ser que se construye, siembra, e incluso injerta dentro de sí la propia lucha del ser. La belleza de las pequeñas y grandes batallas solitarias.
Está escrito con esa transparencia del lenguaje que permite a los personajes pensar, dándoles aire suficiente para actuar al mismo tiempo. A veces la historia está decapitada de comas, entrecortada, como la respiración. Otras, nos da una tregua, y nos invita a disfrutar de un poema. Sylvia Plath, Szymborska, Rimbaud. O a viajar a Polonia. Me gustan las historias que te invaden hasta ese punto; que te invitan a buscar el espacio fuera de campo; que le permiten al lector extenderlas - hacerlas suyas - hasta la frontera que el lector decida.
"Las personas no se diferencian tanto por sus valores o por su sistema filosófico como por su forma de poner las comas"
Estaba en el tren mientras leía el cuento que da título a este libro. Sentada junto a la ventana ( no puede ser de otra forma ¿verdad? ). Y levantaba los ojos del libro para ver pasar los campos, o para buscar alguna clave en internet que ampliase aún más el viaje de ese chico de Queens. Y encontré algo sorprendente. En un lugar de Polonia, en la Baja Silesia, existe una excepcionalidad gravitatoria donde es posible caer hacia arriba. Allí el equilibrio está ladeado en un punto de gravitación anómala. Elegir Polonia para un cuento - un país que ha luchado por su libertad en más de 40 ocasiones - seguro que no es casualidad.
Podría seguir escribiendo a máquina todo lo que anoté en una libreta que casi se queda sin páginas. Sobre personajes varados en el tiempo, o en algún sofá. Sobre la elección de 'Ray' como nombre del protagonista, que, 'casualmente', se enfrenta a los rayos catódicos de un televisor por donde se cuela el hielo. De por qué me venían a la cabeza imágenes de Monster's ball, de Gran Torino, o de Beautiful girls. O por qué razón apunté en una esquina 'este libro grita ¡Que me ahogo hostias! ¿No lo ves? ¿No lo sientes? ¿No me agarras?'.
Esas vueltas de tuerca - tan anglosajonas - que consiguen alzar la miseria a fuerza de músculo y poesía. Ese deseo de girar el destino, que tropieza con gigantes cervantinos. Ese viaje de un color verde extraterrestre. La poesía como jardín, ese otro mundo de posibilidades. La lectura como puerta, a otra lectura, a otra vida.
"Qué cara te ha dibujado el destino
y qué cara le has puesto tú a él."
Manual de jardinería ( para gente sin jardín ). Editorial RELEE

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La poesía de Szymborska

Directamente os dejo con un poema suyo.

La mujer de Lot

Dicen que miró hacia atrás por curiosidad.
Pero yo podría haber tenido otras razones aparte de la curiosidad.
Miré hacia atrás por pena de una fuente de plata.
Por distracción mientras me ataba el cordón de mi sandalia.
Para evitar seguir mirando el justo cuello
de Lot, mi esposo.
Por una repentina certidumbre de que si yo hubiera muerto
él ni siquiera habría atenuado su marcha.
Por la desobediencia de los humildes.
Alerta a la persecución.
Repentinamente serena, esperanzada de que Dios hubiera cambiado de parecer.
Nuestras dos hijas ya estaban casi en la cima de la colina.
Sentí la ancianidad dentro de mí. Lejanía.
La futilidad de nuestro vagar. Somnolencia.
Miré hacia atrás mientras dejaba mi atado en el suelo.
Miré hacia atrás por miedo de dónde poner a continuación mi pie.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratas de campo y buitres jóvenes.
Entonces no había justos ni malvados -simplemente todas las criaturas vivientes
reptaban y saltaban en medio de un pánico común.
Miré hacia atrás por soledad.
Por vergüenza de que estaba huyendo.
Por un deseo de gritar, de volver.
Justo cuando una súbita ráfaga de viento
me deshizo el peinado y me levantó mis vestidos.
Tuve la impresión de que lo estaban viendo todo desde las murallas de Sodoma
y estallaban en risas sonoras de vez en cuando.
Miré hacia atrás por rabia
para gozar de su gran ruina
miré hacia atrás por todas las razones que he mencionado.
Miré hacia atrás a pesar de mí misma.
Fue sólo una roca que se desprendió, resonando bajo los pies.
Una repentina grieta que cortó mi camino.
Al borde un hámster correteó parado en sus patas traseras.
Fue entonces que miramos los dos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
repté y gateé hacia arriba,
hasta que la oscuridad me aplastó desde el cielo,
y con ella, grava ardiente y pájaros muertos.
Por falta de aliento me balanceaba repetidamente.
Si alguien me hubiera visto podría haber pensado que estaba bailando.
No se descarta que mis ojos hayan estado abiertos.
Podría ser que siento mi cara vuelta hacia la ciudad.

Collage realizado por Wislawa Szymborska

martes, 25 de octubre de 2016

El retrato de Irene, de Alena Collar


Viene al caso que en la misma semana en la que leo esta novela voy también al teatro. Y como el universo tiene esa manía de juntar las cosas por alguna razón, me encuentro ante dos poderosos relatos sobre el silencio, la guerra, y los seres anónimos atrapados en ambos: El retrato de Irene de Alena Collar, e Incendios de Wajdi Mouawad.

El tono es distinto - casi opuesto - y ese contraste ha enriquecido la lectura. Ha sido como comparar dos radiografías del silencio. Una externa con Incendios, donde los silencios se graban y contagian. Y otra interna con El retrato de Irene, donde los silencios se hablan, se escuchan, y encajan sus piezas en un cuadro que deja de ser impreciso.
"Nunca tenemos el retrato completo de alguien."

El retrato de Irene me sorprendió por su cambio de ritmo. Una historia que parece lírica e intimista en las primeras páginas, se impulsa de repente y con fuerza hacia la acción. Conecta tramas del pasado y el presente, a saltos entre Chile y España. Nos transporta a un ayer reciente - y a la vez lejano - a través de unos personajes que parecen reales gracias al dominio de los diálogos de Alena Collar, y a su capacidad para enlazarlos con las voces internas de sus dos protagonistas, Álvaro e Irene.

Lo primero que sentí al leer esta novela fue esa confidencialidad de las conversaciones en las cocinas. ¿Qué tendrán las cocinas? No. En este caso es una casa entera a punto de venderse. Álvaro descubre allí los diarios de su abuela; un relato que rompe el silencio. Comienza despacio en un jardín y de pronto se convierte en un viaje lleno de pequeños misterios en el que va encontrando piezas de una historia; la que Irene ha ido guardando para no lastrar la infancia. La que le hace dar un giro a su vida.

Bajo su apariencia de historia familiar, esta novela trata sobre la temible intolerancia de los pueblos cuando convierten en dogmas las ideas; sobre los seres anónimos de las guerras que terminan encerrados en el exilio del silencio; y "sobre esa cosa íntima que es la libertad de pensar".

"Gente normal.

 Gente que tiene sus ideas sobre las cosas, pero que no iría al frente

 ni mataría a otros por ellas

ni traicionaría a sus amigos por su forma de pensar."

Explora el silencio como instrumento de libertad, como refugio, y como escudo.

"Pero yo no quería guardar silencio."

Me gusta especialmente el personaje de Edurne. Su fortaleza interna, su valor de la amistad en la distancia, su respeto al silencio de Irene, y esa rebeldía contra los secretos de la guerra.

"A mí el silencio me parece que complica todo."

Pero entiendo a Irene. Porque no todos los silencios son iguales. A unos se llega por voluntad propia y son como jardines privados. Pero hay otros que nos vienen impuestos, como heridas de guerra. Esas heridas anónimas. Silencios que duelen con esa violencia interna que no tolera los gritos.

"Los copos de nieve son las palabras que tiene el silencio cuando algo es inexpresable."

"No siempre podemos irnos."

Hay un hilo argumental muy sutil dentro de este entramado familiar: la historia de un matrimonio. Collar va creando la imagen del abuelo a través de elipsis y miradas fuera de campo, y lo convierte en un personaje muy completo, y describe muy bien cómo el vínculo de la pareja va cambiando a lo largo de la historia. Cómo se van rompiendo las distancias, y el otro termina siendo el refugio, el jardín.

"Ese tono menor en las relaciones. Bajar el diapasón."

"Y otra vez eligieron por mí."

"Si perdura es amor."

El personaje de Irene - introspectivo - tiene una conexión especial con lo inmaterial. Esa sensibilidad - esa inteligencia emocional que dirían ahora - le hace ser, a la vez, fuerte y frágil.

"La Belleza no conoce de tránsitos."

"Las estrellas son indiferentes a la muerte.

Podemos contemplar el esplendor de su belleza mientras caen las balas alrededor..."

"La Belleza siempre nos espera."
El libro está editado por Baile del Sol


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lunes, 24 de octubre de 2016

Incendios de Wadji Mouawad, dirigida por Mario Gas

"Aprende a leer.

Aprende a escribir.

Aprende a pensar."

Con esas palabras, Nuria Espert - en la piel de la abuela de la protagonista - impele a Nawal a escapar del anonimato y a luchar contra la ira para frenar ese monstruo que genera violencia y se transmite de generación en generación. La línea sucesoria de la ira.

Pero la guerra atrapa a Nawal, y lo que ve y sufre - lo que descubre - le hace guardar silencio. Ese aprendizaje del pensamiento a través de las palabras le ayuda a buscar respuestas a lo irracional, pero a través del silencio. La música es una descarga para aliviar el alma - un purificador-, y el silencio es el aprendizaje de las palabras - un razonar interno de lo acontecido. Y Nawal decide adoptar ese silencio varios años. Porque la verdad no se pronuncia, se descubre.

El montaje de la obra comienza con un notario, dos cartas en testamento, y dos hijos de Narwal que no comprenden ni el silencio previo de su madre ni lo que les dice ahora que está muerta.

El dolor - la comprensión del dolor - ofrece más respuestas que la ira. Nawal lo sabe. Sabe que las palabras no sirven sin búsqueda. Las palabras no se entienden si sólo se repiten como números. Uno más uno son dos. No siempre. Incluso las matemáticas hay que vivirlas en primera persona para comprenderlas. Vivimos rápido y nos cuesta pararnos a pensar, y ese vivir sin pensar está un poco vacío, y ese vacío de la carrera lo preferimos a enfrentarnos al miedo a descubrir quienes somos, no vaya a ser que seamos lo que odiamos del otro. Afrontar el dolor - no con ira, sino como un viaje - nos enseña a descubrir quiénes somos.

"Y prométeme que escribirás mi nombre en mi tumba."

Incendios de Mouawad es una declaración contra el anonimato, el de los prisioneros del otro silencio, el silencio de los que no tienen instrumentos para expresar la profundidad de su propio pensamiento, los que no tienen la posibilidad ni de escribir su nombre, ni de afirmarse en la tierra como seres humanos, como individuos únicos. Y únicos no significa estar encerrado en el ego de la incomprensión hacia las diferencias con el otro, único significa que esa diferencia debe unirse a las otras en una pluralidad de singularidades con capacidad de pensar. Eso tan difícil de conseguir cuando el odio nos bloquea la mente.

Laia Marull, Ramón Barea, Lucía Barrado, Carlota Olcina, Alberto Iglesias, Alex García y Edu Soto, todo el elenco de actores, me cautivaron con sus interpretaciones en esa sala tan solemne del Teatro La Abadía un día lluvioso de octubre en una noche de Incendios.

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Perdonad que me haya puesto tan profunda. Es que no he dormido bien. Después de un paseo por el parque con estas ideas en la cabeza he pensado que falta una frase. Sí. Primero porque el dolor llega a veces a los niños, seres a los que no les ha dado tiempo a aprender y comprender. Segundo porque, aunque todos pongamos de nuestra parte y los humanos consiguiésemos ser todos buenos y todo lo demás, la naturaleza siempre puede venir a destrozarnos la vida. Así que imagino que yo debo añadir a mi vida la frase 'Aprender a vivir'. Tanta profundidad, tanta comprensión, tanto dolor, pierde sentido si no se sabe vivir.

Gijón en otoño



 
 
 
 
 









 




 

 

 

 

 

 

 

martes, 18 de octubre de 2016

Esa cosa llamada literatura

Ocurre que algunas sociedades se hacen dueñas de un término, y durante un espacio de tiempo crean un concepto cerrado y fronterizo.

Nadie escribe literatura. Sería algo pretencioso. Se escriben poemas, se narran historias, se vuelcan palabras lunáticas o llenas de razón, frías o llenas de sentimiento, feas o bellas. Puede uno seguir una estructura o la inversa, o inventarse una. Y al final sólo el paso de muchos años dirá si un diario perdido en un cajón, las canciones de un vagabundo, la historia más previsible, o la novela más críptica, serán consideradas literatura por otro grupo social que habrá hecho su particular selección.
 
Sólo algunas obras serán leídas una y otra vez a lo largo de los siglos. Sólo algunas serán universales. Esa universalidad ¿se la dará el lector? Puede que - presionado por la fuerza colectiva - lleguen solamente algunos textos al futuro. ¿Qué más da? Puede que el término literatura se pierda y sólo sobreviva la industria. En cualquier caso, el que escribe no debería estar encadenado a las predicciones, ni a la suerte.

Algo de disfrute tiene todo esto. Pero en cada momento, unos gustos se imponen a otros por la fuerza de la repetición. Y el que goza con algo distinto quizá lo mantenga en secreto, o se ponga a discutir. Y de nuevo ¿qué más da?

Me imagino que para quien vive de sus palabras es importante. Es un tema de supervivencia. O no, porque los lectores, si compran un tercer libro de un autor es porque algo les aporta. Sea literatura, o no.


martes, 11 de octubre de 2016

Viajar al espacio donde habita la música


Pensar en él es cerrar los ojos

las manos en los oídos.
 
Viajar
 

al espacio minúsculo
 

donde habita la música.

lunes, 10 de octubre de 2016

Laredo tiene colores de Vermeer en otoño


 
Hice esta foto durante la Feria Medieval de Laredo porque me recordó a Vermeer. La luz, los colores, la inocencia.

A MONSTER CALLS. Jim Kay, Bayona, y Patrick Ness

Es curioso que a cada uno de nosotros nos lleguen de forma diferente las voces de los otros. Un libro, una película, un dibujo. El autor ha metido ahí tanto de sí mismo, quizá incluso ha borrado tanto y esos espacios borrados son como túneles, a veces mucho más profundos que las palabras.
Ésta es una historia sobre el miedo que tenemos - a ser nosotros mismos, sobre el monstruo que a veces creemos que somos, sobre la vida - que no es justa, sobre el entramado de la culpa, de la muerte, y sobre esa única verdad - indivisible, intransferible, inenarrable. Esa verdad a la que llegamos con la ayuda de los cuentos, los buenos cuentos, esos seres animados que buscamos y llamamos para refrendar nuestras mentiras y nos devuelven un golpe, y otro y otro. Porque los cuentos no dicen la verdad, lo que hacen es romper el hielo del engaño en el que vivimos atrapados.
Y éste es un cuento de cuentos. La traducción correcta sería 'Un monstruo llama', pero el título -  tanto del libro como de la película - ha sido traducido como ' Un monstruo viene a verme'. Y es que el monstruo - nosotros - llamamos, pedimos ayuda a gritos, gritos de silencio, túneles de gritos. Porque todos nosotros somos "too old to be a kid, too young to be a man".
"Stories are the wildest things of all. Stories chase and bite and hunt. "
 
 Buscando imágenes para ilustrar esta breve reseña he encontrado la página del ilustrador del libro, Jim Kay, también ilustrador de los libros de Harry Potter. Os dejo aquí el link porque los dibujos son maravillosos.

A monster calls - by Jim Kay
 
Fotograma de Un monstruo viene a verme, de Bayona.
Lucía Alcina
#monsters     #amonstercalls   #bayona  #jimkay  #patrickness  #tales  #wildtales 
 

viernes, 30 de septiembre de 2016

La acústica de los iglús, de Almudena Sánchez

"Tu misión es: flotar"

"Y tu principal objetivo: capturar elementos volantes." 

Hubo una vez un editor con olfato que se atrevió a devolver lo bello a las estanterías y descubrió a Almudena Sánchez. Este es sólo el primero de los libros de alguien que nació para escribir. Su lenguaje  y sus metáforas - cargadas de pólvora joven - dinamitan la nostalgia del escritor europeo y ensanchan el aire de los cuentos. Lo absurdo del mundo se vuelve lírico en sus manos.

Los verbos respiran otra atmósfera donde no existe lo imposible. Lo primero que llamó mi atención al empezar a leer fue el equilibrio. El ingenio de las palabras. El desafío de hacerlas rodar por un finísimo cable que a veces las hace reír y a veces las llena de vértigo, pero siempre las invita a recoger la basura universal suspendida en el cielo - o en el agua. Esos objetos que colonizan lo humano por tierra, fuego y agua.

Cuando presenta a un personaje, levanta el ridículo disfraz de la suerte y lo deja en cueros, en las palabras superfluas de un currículum. La acústica de los iglús avanza en descripciones hasta los límites de la mecánica del verbo , hasta acabar con todos los adjetivos improbables. Y lo hace en un vaivén sonoro de párrafos con música.

"En el fondo no le tengo miedo a esto; a la perpetuidad de lo invisible."

"Y yo maldigo que la soledad sea el éxito, que esas dos palabras estén cada día más juntas y que un día dentro de cien años sean sinónimos."

Conoce cada esdrújula y les aprieta el talle con frases de sastre. Nuevas y a medida de lo ilógico y lo onírico.

"Yo quería ser como él. Nadar eternamente como él."
"Sentir el estallido de los bosques, de los desiertos y volver a asomar la cabeza, minutos más tarde, para contemplar un eclipse prehistórico de sol..."

Me gusta especialmente el trabajo de los espacios en el relato El nadador del Hotel Minerva. Me recuerda a Las Olas de Woolf, pero distinto. La lírica submarina de la locura bajo el agua. La búsqueda de una densidad acuífera que quiere ir más allá de una habitación privada, que quiere romper las esquinas y llenarlas de un escondite infinito. Y en esa aventura advierte que las piscinas no son más que pozos sin salida, que el mar es un vertedero, y que lo único que nos queda es el aire.

"Y respiré, además, las brisas plateadas del Polo Norte."

" Y un día me despierto y respiro un ciego nadando y no sé ya qué hacer, pues no contaba con respirar cosas así."
La acústica de los iglús - Fotografía de Lucía Alcina
La acústica de los iglús, editada por Caballo de Troya, se presentó el pasado 23 de septiembre en la librería Cervantes y Compañía, en el barrio de Malasaña.
#laacusticadelosiglus  #caballodetroya #cuentosdealmudenasanchez

jueves, 29 de septiembre de 2016

Los relatos de Eduardo Galeano

Septiembre es el mes más extraño. En él siempre creo que mi vida está a punto de cambiar. Es sólo una impresión, pero una impresión muy intensa. Luego la vida transcurre como siempre. Imagino que lo hace por la fuerza, o por la inercia de las utopías del verano.
Cuando uno no sabe qué leer, no es mala idea buscar en los escritos de Galeano. Te pone en tu sitio. En la pequeñez y en la grandiosidad de las pequeñas cosas. Escribe sobre todo lo que tiene valor pero no tiene precio.
Hoy me he topado en la biblioteca con una selección de sus relatos recogida en la editorial H Klickzkowski bajo el título El viaje. Son relatos brevísimos, pero Galeano es un autor que expresa mucho con pocas palabras. Para él, la función del arte es mirar la hermosura que nos deja callados. Os dejo directamente con las frases y los cuentos de mi lectura de esta tarde.
"Estamos aquí desde que la belleza del universo necesitó que alguien la viera"
"Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."
"La ciencia dice: El cuerpo es una máquina."
"El cuerpo dice: Yo soy una fiesta."

     Los amantes

"Ellos son dos por error que la noche corrige"


     La noche

"Arránqueme, señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desdúdeme."

      Los emigrantes

"Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua".

 Hurtos y rapiñas

"Las palabras pierden su sentido, mientras pierden su color la mar verde y el cielo azul,

que habían sido pintados por gentileza de las algas que echaron oxígeno durante tres mil millones de años.

Y la noche pierde sus estrellas. Ya hay carteles de protesta clavados en las grandes ciudades del mundo:

No nos dejan ver las estrellas.

Firmado: La gente

Y en el firmamento han aparecido ya muchos carteles que claman:

No nos dejan ver a la gente.

Firmado: Las estrellas.




 

Dálmatas en la calle del Pez




domingo, 4 de septiembre de 2016

Generación E-Book. "La poesía cambia espectacularmente con el momento en que se escribe"


"No se escribe con las canas, sino con el entendimiento,

el cual suele mejorarse con los años"

Miguel de Cervantes.

Prólogo de la Segunda Parte de Don Quijote 
A comienzos de verano, poetas y narradores de Palma de Mallorca se reunieron para celebrar el I Encuentro Intergeneracional de Escritores organizado por la Librería Agapea.
Una vez terminó la jornada, me acerqué a hablar con el poeta Toni Grimaldi, el más joven del grupo. La conversación giró a entrevista. Me interesaba saber qué pensaba un escritor de la generación del e-book sobre el futuro de los libros.

¿Crees que tu generación dejará de comprar el formato en papel?
Los libros han sido, son y serán papel. Por supuesto con las nuevas tecnologías se ha abierto una ventana enorme a la literatura que en ciertos aspectos puede parecer más atractiva que la tinta. Son millares los que eligen los píxeles sobre el papel, y es normal cuestionarse la viabilidad futura del segundo.
Para mí y mi más cercana generación de lectores y escritores la respuesta es clara, la compatibilidad supera con creces la competitividad. El libro digital no ofrece ni ofrecerá el valor sentimental que ofrece un libro viejo en una estantería a rebosar.
No se puede entender el sentimiento que produce acariciar la cubierta del libro que te transportó a otro mundo y a la vuelta a la realidad te trajo cambiado para siempre cuando en vez de papel hablamos de bytes en un ordenador.
Por otro lado, no deja de ser cierto que cada vez es más raro arriesgarse por un libro desconocido en papel. El sentido común lleva a probar primero con una versión digital, muchísimo más barata, y ya tras la lectura decidirse por confiar en obras próximas del escritor para gastarse ese extra en la versión impresa, o en caso de verdaderamente haberse enamorado de ese libro, buscarlo en la librería más cercana para poder verlo en la estantería, no sería la primera ni la última vez.
Creo que es importante digitalizar la literatura, para así acercarla a un público menos dispuesto a gastarse 20 eurazos en un libro, pero posiblemente sí más abierto a dejarse 5 en una copia digital. Ayer, hoy y siempre la literatura enamorará a nuevos y viejos lectores con su belleza, y una vez prendados de su hechizo nada se compara al olor de la tinta sobre el papel.

¿Cómo ha sido la experiencia de diálogo entre distintas generaciones? ¿Existe en tu poesía un diálogo con escritores de épocas anteriores?
Creo que hace falta hablar entre escritores siempre, intergeneracionales o no. Se puede aprender muchísimo de los otros, hagas algo parecido a él o no. Lo que se ve mucho ahora en la poesía “moderna” es rotura con lo clásico y anterior, que se nutre de lectores jóvenes que vienen desencantados de una educación que llama muchas veces a convertir lo clásico en aburrido.
Me parece bien innovar y no ceñirse a lo establecido, pero no soy proclive a romper con lo anterior. Del diálogo con generaciones de escritores mucho más mayores que yo me doy cuenta que la poesía cambia espectacularmente con el momento en que se escribe, ven mi poesía con mucha más experiencia que yo. A veces me surge “jugar” con esto y escribir desde perspectivas distintas a la mía para alejarme de lo determinante de mi edad, aunque por lo general me siento más cómodo dejándome llevar a lo que me apetezca escribir.
¿Qué te impulsa a narrar,? ¿Por qué la poesía?
El primer ingrediente necesario para narrar es amar la literatura, y preferiblemente respetarla. En segundo lugar, hace falta algo que contar. Para mi la literatura ha sido una herramienta central en mi vida para aprender y disfrutar a la vez. Y debido a los tumbos que he dado en mis 20 años, he vivido experiencias distintas a la gente que conozco. Quizás por eso, por verme alejado de la “norma” y a veces solo en general, encontré en la escritura una forma de encontrarme a mi mismo.
El escribir poesía viene dado en este caso por la forma de escribir, que para mi siempre ha sido espontánea, inesperada y a veces hasta violenta por la necesidad en ese momento de plasmar. No es algo a lo que me siente a esperar, ni que pueda intentar traer de la nada. Por eso que prefiera composiciones cortas, llenas de ritmo y significado.
Expresar y crear a veces se confunden ¿Piensas que es una necesidad vital del Ser Humano?
Sí creo que es algo necesario para cualquiera, aunque la expresión no tiene por qué quedar siempre plasmada. Hay quien, por su forma de ser, no necesita el trabajo de introspección y pausa que lleva a escribir, pintar o componer. Creo que lo que lleva al Ser Humano a expresarse es convertir en algo tangible (palabras, imágenes, música) algo tan abstracto como es la individualidad con la que captamos el mundo. Personalmente, para mí escribir es indispensable pues me da tiempo y perspectiva para poder progresar en mi vida sin ir a ciegas, o un poco menos.
Como estudiante de Neurociencia y Psicología ¿Qué beneficios tiene expresar lo que sentimos?
A nivel neuronal creo que es muy complicado de entender, y hay un gran trabajo de investigación que hacer antes de que se pueda precisar hasta qué punto hay mecanismos en el cerebro que puedan asociar la capacidad de expresión con un beneficio directo al individuo.
En cualquier caso, como estudiante de psicología, entiendo la capacidad de comunicar sentimientos como una gran válvula de escape a los procesos de retroalimentación negativos que llevan a trastornos depresivos o de ansiedad. En mi caso concreto, escribir me da la distancia para entenderme a mí mismo a través del papel. Cuando puedo plasmar lo que me inunda en algo externo y luego analizarlo es más fácil trabajar con ello.

Fotografía: Toni Grimaldi en la Feria del Libro de Sevilla 2015
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