Un
aleteo de verdes hojas susurra suaves salvas diamante.
Con tibia piel de clorofila filtran la bruma madrugadora.
Polvo de luz que se suspende, en el pasillo flanqueado,
de troncos firmes y arrugados, de cuarteada piel ceniza.
Con tibia piel de clorofila filtran la bruma madrugadora.
Polvo de luz que se suspende, en el pasillo flanqueado,
de troncos firmes y arrugados, de cuarteada piel ceniza.
Ella
camina, y su mirada, se pierde en copas y repisas, que alojan un canto, un
trino alegre, de un pájaro furtivo de verano. No es, ni siquiera, primavera, y
esa voz dulce repiquetea, entre las ramas de los pinos, bajando tramos en su
vuelo, hasta posarse junto al cuello, donde susurra una corchea. Y en las
pestañas salpicadas, de blanca sal, flotan canicas, que se columpian en tobogán
hacia las cimas de sus mejillas.
De
un brinco se alza, el ave amante, que, mensajero, errante fuga.
Vuelven las hojas a repoblar el sendero amplio de mis olmos, esos del parque que comparto, con mil ciempiés a la carrera, que cuentan vueltas y sub-tramos, en una esfera digital. No mira nadie a las alturas, tráfico abierto y elevado, que sólo un cielo azul y claro surca veloz sobre una nube. No escucha nadie el golpeteo, de un cuco haciendo su casita, en los oídos, unas bolitas, cantan canciones que desconectan. Y aquí estoy sola, entre millones de cables sueltos, que huyen corriendo, junto a lavandas que ya despuntan azul zafiro sobre sus cumbres.
Vuelven las hojas a repoblar el sendero amplio de mis olmos, esos del parque que comparto, con mil ciempiés a la carrera, que cuentan vueltas y sub-tramos, en una esfera digital. No mira nadie a las alturas, tráfico abierto y elevado, que sólo un cielo azul y claro surca veloz sobre una nube. No escucha nadie el golpeteo, de un cuco haciendo su casita, en los oídos, unas bolitas, cantan canciones que desconectan. Y aquí estoy sola, entre millones de cables sueltos, que huyen corriendo, junto a lavandas que ya despuntan azul zafiro sobre sus cumbres.
Vuelvo
a escucharlo. Cierro los ojos. Revolotea a mi alrededor. Es mayo y vuelve. A un
mar de rosas, que cubre el prado en una esquina. Me tararea sus aventuras, me
trae la música que ha aprendido, lleno de vida, salta posándose, en trova
armónica, sobre una espina. Ruedan guijarros en el parterre, niños que juegan a
mover tierras, mi atención frágil pierde el despegue.
Antes
de irse, aflora un beso, una caricia, un hasta luego. Deja caer sobre mis hombros
el terciopelo de una corola. Sus alas trenzan una sonrisa. Inquieto, alegre,
lleno de fuerza, escribe un verso en travieso vuelo, me dice, quedo, en cada
sendero, y viajo radiante, risueño, campante.
Cuando
las olas se encrespen, huracanadas de viento, en el solsticio de verano, cada
mañana, siénteme cerca, piénsame lejos. Porque estaré, cruzando un horizonte inagotable,
trepando por las ramas de un flamboyán de Puerto Rico, entre los bosques, sobre
la arena, o bajo los olmos de Siberia.
Lucía Alcina
Me da una enorme sensacion de paz, y al mismo tiempo de vida.
ResponderEliminarMe transmite el que para mi es el sentido de la felicidad, el apreciar las pequeñas cosas
de la vida, conectar con la naturaleza para sentirme parte de ella., y de una forma poetica y dulce, que me hace sentir bien