viernes, 9 de mayo de 2014

Bajo los olmos de Siberia


Un aleteo de verdes hojas susurra suaves salvas diamante.
Con tibia piel de clorofila filtran la bruma madrugadora.
Polvo de luz que se suspende, en el pasillo flanqueado,
de troncos firmes y arrugados, de cuarteada piel ceniza.
Ella camina, y su mirada, se pierde en copas y repisas, que alojan un canto, un trino alegre, de un pájaro furtivo de verano. No es, ni siquiera, primavera, y esa voz dulce repiquetea, entre las ramas de los pinos, bajando tramos en su vuelo, hasta posarse junto al cuello, donde susurra una corchea. Y en las pestañas salpicadas, de blanca sal, flotan canicas, que se columpian en tobogán hacia las cimas de sus mejillas.
De un brinco se alza, el ave amante, que, mensajero, errante fuga.

Vuelven las hojas a repoblar el sendero amplio de mis olmos, esos del parque que comparto, con mil ciempiés a la carrera, que cuentan vueltas y sub-tramos, en una esfera digital. No mira nadie a las alturas, tráfico abierto y elevado, que sólo un cielo azul y claro surca veloz sobre una nube. No escucha nadie el golpeteo, de un cuco haciendo su casita, en los oídos, unas bolitas, cantan canciones que desconectan. Y aquí estoy sola, entre millones de cables sueltos, que huyen corriendo, junto a lavandas que ya despuntan azul zafiro sobre sus cumbres.

Vuelvo a escucharlo. Cierro los ojos. Revolotea a mi alrededor. Es mayo y vuelve. A un mar de rosas, que cubre el prado en una esquina. Me tararea sus aventuras, me trae la música que ha aprendido, lleno de vida, salta posándose, en trova armónica, sobre una espina. Ruedan guijarros en el parterre, niños que juegan a mover tierras, mi atención frágil pierde el despegue.

Antes de irse, aflora un beso, una caricia, un hasta luego. Deja caer sobre mis hombros el terciopelo de una corola. Sus alas trenzan una sonrisa. Inquieto, alegre, lleno de fuerza, escribe un verso en travieso vuelo, me dice, quedo, en cada sendero, y viajo radiante, risueño, campante.

Cuando las olas se encrespen, huracanadas de viento, en el solsticio de verano, cada mañana, siénteme cerca, piénsame lejos. Porque estaré, cruzando un horizonte inagotable, trepando por las ramas de un flamboyán de Puerto Rico, entre los bosques, sobre la arena, o bajo los olmos de Siberia.
Lucía Alcina

1 comentario:

  1. Me da una enorme sensacion de paz, y al mismo tiempo de vida.
    Me transmite el que para mi es el sentido de la felicidad, el apreciar las pequeñas cosas
    de la vida, conectar con la naturaleza para sentirme parte de ella., y de una forma poetica y dulce, que me hace sentir bien

    ResponderEliminar