Mi casa sin techo tiene cerrada las puertas a la calle
oscura.
Me llueve aquí dentro algunos días. Sin embargo
el sol se prende a la
pared, y trepa durante todo el año
arraigando su piel caliente en mis muros
humildes.
Me enredo en él. Me duerme y me despierta.
Y yo a cambio abro los
ojos y lo escribo.
Lo siembro bajo la cal y los escombros. Por eso
aparece de
noche dibujado en las grietas,
asomando su nariz en la piel de esta
vertical
con basa de ladrillo y cuerpo de aire.
Lucía Alcina