Artículo: Lucía Alcina
Exposiciones temporales del Museo Thyssem: Hiperrealismo e
Impresionismo.
El Museo Thyssem de Madrid se ha convertido en estos días
en un Nautilus que atraviesa los dos últimos siglos mostrando el tremendo cambio
de la mirada humana y sus efectos en el alma. La curiosidad sigue siendo un
rasgo de inteligencia en nuestra especie, miren por las ventanillas de esta nave
que comienza siendo de acero, y desemboca en un puente de madera a punto de
romperse sobre una gran ola. No es cierto que veamos mejor con los ojos bien
abiertos. Entornarlos es esencial para tener perspectiva, contraste, y
comprender lo que tenemos ante nosotros.
Dos tripulaciones, dos formas de
ver el mundo, dos mundos sobre cubierta, a una distancia de diez pasos, y 150
años. La tripulación de proa es la del estrés, metódica, exhaustiva, atenta,
fría. Su forma de trabajo llega casi a la perfección. Pero tal es el grado de
detalle en sus obras que el ojo no es capaz de abarcarlas con una mirada, tal es
el brillo que patina en sus ciudades que nos devuelven un reflejo con luz de
neón, que nos deja vacíos. Son los Hiperrealistas. Magistralmente representan la
tormenta del siglo XXI, esa mezcla de melancolía y marketing. Una sociedad de
espejos, metal, falsedad e ilusión, donde la aportación de un gran número de
datos no arroja ninguna verdad. Es el mundo del “madmen”, del hombre loco. Un
lugar para que el pasajero encuentre el origen, y no el final, de su
ansiedad.
La tripulación de popa es aventurera, curiosa y libre.
Comparten inquietud, amistad, e ideas, y al tiempo son un emblema de la
individualidad, la cual defienden con tal vehemencia que llegan a protagonizar
episodios salvajes. Son los paisajistas del Impresionismo y Post-Impresionismo.
Es el lugar ideal para un pasajero en busca de emociones. Levantas la vista y te
evades a un lugar secreto, lleno de quietud, donde la imaginación se aviva.
Saltas del barco, cruzas a nado junto acantilados, llegas bajo un cielo
multicolor a playas de arena y musgo, cruzas un bosque y terminas soñando bajo
un gran árbol en primavera.
Aconsejo a los pasajeros sin vértigo que
realicen el viaje hacia el pasado, de proa a popa, sin aclimatarse, y vean
primero el monumental trabajo urbano de los hiperrealistas para perderse luego
en los parajes escondidos de la naturaleza impresionista. Los artistas
representan lo que se ve y se siente en una época determinada, pero también
crean formas de ver y sentir el futuro, por eso el contacto directo con sus
obras es un viaje en el tiempo lleno de inspiración.