martes, 18 de octubre de 2016

Esa cosa llamada literatura

Ocurre que algunas sociedades se hacen dueñas de un término, y durante un espacio de tiempo crean un concepto cerrado y fronterizo.

Nadie escribe literatura. Sería algo pretencioso. Se escriben poemas, se narran historias, se vuelcan palabras lunáticas o llenas de razón, frías o llenas de sentimiento, feas o bellas. Puede uno seguir una estructura o la inversa, o inventarse una. Y al final sólo el paso de muchos años dirá si un diario perdido en un cajón, las canciones de un vagabundo, la historia más previsible, o la novela más críptica, serán consideradas literatura por otro grupo social que habrá hecho su particular selección.
 
Sólo algunas obras serán leídas una y otra vez a lo largo de los siglos. Sólo algunas serán universales. Esa universalidad ¿se la dará el lector? Puede que - presionado por la fuerza colectiva - lleguen solamente algunos textos al futuro. ¿Qué más da? Puede que el término literatura se pierda y sólo sobreviva la industria. En cualquier caso, el que escribe no debería estar encadenado a las predicciones, ni a la suerte.

Algo de disfrute tiene todo esto. Pero en cada momento, unos gustos se imponen a otros por la fuerza de la repetición. Y el que goza con algo distinto quizá lo mantenga en secreto, o se ponga a discutir. Y de nuevo ¿qué más da?

Me imagino que para quien vive de sus palabras es importante. Es un tema de supervivencia. O no, porque los lectores, si compran un tercer libro de un autor es porque algo les aporta. Sea literatura, o no.


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